domingo, 1 de diciembre de 2013

JULIE Y SUS HISTORIAS DE LA GRAN CIUDAD.


Mi nombre es Julie Marie González Padilla, una chica con el pelo rubio, largo y liso de ojos azul cielo, dientes blancos, delgada y un poco alta, con la piel lisa y suave, mejillas rosadas y labios pintados de color carmín. Realmente guapa, lista y con ganas de hacer amigos.
Yo era una joven decidida a instalarme en la gran ciudad estadounidense cuando solo tenía 30 años. Tuve que despedirme de La Vieja I´ Visillo, de La Blasa y de El Tío de la Vara; fieles amigos míos que siempre la estaban liando en el pueblo y de José Mota, el gran cómico deseándole suerte en su trabajo y que tuviese mucho éxito en otros países además de en España. Les conté que a lo mejor conocía a La Pantera Rosa ya que me contaron que había sido vista cerca de donde actualmente vivo.
Compré un bonito piso cuando me instalé en la gran ciudad de New York, dispuesta a ganar dinero con un simple trabajo de camarera en un restaurante.
Siempre llevaba a diario un vestido rojo con una blusa rosa de manga corta por debajo, unos zapatos rojos, unas medias rosas en las piernas y una diadema roja en la cabeza.
En mi tiempo libre me dedicaba a ser una detective que hacía sus propias investigaciones. Por ejemplo, de La Pantera Rosa.
Rebuscaba en libros, en periódicos, en la televisión... Pero nunca la habían visto en realidad; según se creía.
Un día, mis investigaciones obsesivas de detective me llevaron hasta un gran cine en donde se decía que iba a ir aquel día la reina de Inglaterra.
Yo fui de incógnito para ver en persona a la reina de Inglaterra porque era otro de mis grandes sueños; conocer a una reina en persona.
Cuando entré, había un montón de actores y hombres ricos con trajes negros, zapatos negros, un pañuelo blanco que les asomaban del bolsillo sus chaquetas y una pajarita negra, las actrices y mujeres ricas llevaban elegantes vestidos que llegaban al suelo, zapatos de tacón, elegantes bolsos, elegantes peinados, algunas llevaban largos guantes blancos que conjuntaban con el vestido o eran blanco, alguna que otra joya como pendientes, collares, pulseras, anillos... y llevaban la cara cubierta de maquillaje como pintalabios, colorete, rímel, sombra de ojos, pinta uñas en las uñas de las manos, etc.
Estaban todos en la gran entrada del cine o sea dentro del gran cine, con una alfombra roja extendida. Algunos hombres se colocaban las pajaritas, se miraban los zapatos, se echaban un espray para la boca para que el aliento no les oliese mal... Las mujeres no estaban tan nerviosas como los hombres, solo se tocaban el pelo un poco y coqueteaban a la vez que presumían.
Yo no era ni rica, ni famosa pero una anciana de 60 años que era vecina mía me había prestado un precioso vestido rojo de manga corta que llegaba hasta el suelo, unos zapatos rojos de tacón, unos largos guantes blancos, un bolso rojo, un collar blanco y unos pendientes con detalles blancos para ir de incógnito y le prometí que se los devolvería. También me había echado colorete en las mejillas, rímel en las pestañas, colonia con olor a rosas, me había pintado los labios de color carmín, me dejé el pelo suelto y me puse mi típica diadema roja.
Algunos hombres me miraban con cortesía y coquetería, mientras que la mayoría de las mujeres ni siquiera me miraban; solo hablaban de la reina de Inglaterra y de hombres.
Me puse en un sitio en el que no llamaría mucho la atención, dispuesta a darle la mano cortésmente a la reina y a veces me ponía nerviosa y movía mi mano derecha arriba y abajo ensayando el saludo.
Me sentía muy sola entre tanta gente importante, hasta que de repente llegó corriendo un hombre de más o menos 40 años; moreno, con los ojos marrones y un poco más alto que yo; casi de mi misma altura con un traje negro, unos zapatos negros, con una pajarita negra y sin pañuelo en el bolsillo de su chaqueta. Solo yo fui la única que lo miró. Se puso a mi lado, a la izquierda de mi y movía su mano derecha arriba y abajo ensayando el saludo. De repente, un hombre que había a su izquierda se colocaba el pañuelo que llevaba en su chaqueta. Aquel hombre que estaba a mi lado sacó un papel blanco, lo dobló como si fuese un pañuelo y lo metió dentro del bolsillo de su chaqueta haciendo que el papel quedase asomado del bolsillo de su chaqueta como los demás pañuelos. A continuación se echó un poco de espray en la boca y miró a los zapatos del hombre de su lado, metió la punta de su dedo pulgar de su mano derecha en su boca y lo sacó de la boca, dando lugar a que se agachase y se mirase los zapatos e intentó quitar una mota de algo que había pegada en su zapato derecho. Después como no tenía nada para limpiarse el dedo, bajó la cremallera de la bragueta del pantalón del traje, metió el dedo dentro y se lo limpió.
De repente llegó la reina de Inglaterra y aquel hombre todavía no había sacado el dedo de la bragueta, lo peor; la bragueta aún seguía bajada. Alarmada de la situación, decidí reaccionar.
-¡Sire! (Que significa: ¡Señor!)-le dije yo creyendo que aquel hombre no entendía español y miré la bragueta abierta.
El hombre me entendió e sacó su dedo pero yo le dije:
-¡Sire!-
Y el hombre vio que todavía tenía la bragueta abierta e intentó subírsela pero la cremallera se había quedado atascada y la reina andaba cerca.
-¿Can I help you? (Que significa: ¿Puedo ayudarte?)-pregunté yo muy preocupada.
-Yes, please. (Que significa: Si, por favor.)-me respondió el hombre.
Entre los dos logramos subir la cremallera de la bragueta de sus pantalones sin que nadie se diese cuenta y fingimos que todo iba normal.
-Thanks, for save me. (Que significa: Gracias por salvarme.)-me dijo el hombre.
Yo solo le respondí:
-You´re welcome. (Que significa: De nada)-
Le di la mano a la reina en cuanto se acercó a mi y después, la reina iba a darle la mano a aquel hombre; pero el hombre en vez de darle la mano, le dio un cabezazo en la cabeza sin querer, haciendo que la reina cayese dolorida al suelo y varias personas fuesen a ayudarla.
El hombre, avergonzado por lo que había hecho; se marchó de allí corriendo.
Yo corrí tras el hombre, tratando de alcanzarle pero lo perdí de vista pasando un par de calles y me marché decepcionada a mi casa, tratando de pensar, solo en conocer a La Pantera Rosa y probar que existe.
De repente me choqué con un hombre que era inspector con pelo gris y un bigote gris, uniformado de más o menos 40 años también, como aquel hombre al que conocí.
-Sorry, sire. (Que significa: Lo siento, señor.)-dije yo.
-No importa.-me respondió el inspector con acento francés sacando un pequeño diccionario del bolsillo de la chaqueta de su uniforme y mirando el significado.
-¿Usted habla español?-pregunté yo muy sorprendida de que hablase mi idioma.
-Si,-dijo el inspector muy sorprendido también de que yo hablase español- ¿Usted también?-
-Si- dije yo y luego le tendí la mano cortésmente- Soy Julie Marie González Padilla. ¿Y usted?-
El inspector me tomó suavemente la mano- Inspector Crussoe. Hablo francés y español.-
-¿Viene de Francia o de España?-pregunté yo.
-Vengo de Francia.- dijo el inspector Crussoe- Mi padre era de París y mi madre era de España.-
-¿Y vino a trabajar a New York?-pregunté yo.
-Si- dijo el inspector- Y no solo eso; también vine para conocer a La Pantera Rosa y probar que existe en realidad.-
-Como yo- dije yo- Yo vine a New York para trabajar y para conocer a La Pantera Rosa y probar que existe en realidad.-
-Veo que eres como yo.-dijo Crussoe- ¿Eres de España?-
-Si.-dije yo.
-¿Te gustaría intentar descubrir a La Pantera Rosa conmigo?-preguntó Crussoe esperando un si.
-Por supuesto- dije yo.
-Entonces, ¿socios?-preguntó Crussoe esperando un si.
-Si- dije yo- encantada de ser tu socia.-Y luego miré una caja que tenía entre sus manos-¿Qué lleva en esa caja?-
-Es una copia del diamante de La Pantera Rosa.-dijo Crussoe abriendo la caja y enseñando una copia del diamante de La Pantera Rosa, ese tan famoso que hay en un gran museo de New York- Me lo dieron por recuperar el verdadero diamante.-
-¡Eso es maravilloso!-dije yo.
Ahora soy detective, y junto a Crussoe buscamos desesperadamente a La Pantera Rosa, pero no solo eso. También participamos en una investigación privada para encontrar el verdadero diamante de La Pantera Rosa que fue robado esa misma noche, aunque yo creo que si era de La Pantera Rosa; se lo pudo llevar La Pantera Rosa.
Y el hombre de la noche del robo, no era nada más y nada menos que el famoso Mr. Bin.
Julia: Julie y sus historias de la gran ciudad. Editoriales I.julia.

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